Cuando los rayos del sol recorren las laderas de las montañas suizas, es un momento en el que la belleza se impone, es innegable. Es un instante que emite un resplandor discreto, un resplandor como ningún otro. Fugaz, es la hora en que la belleza se eleva a la gracia: la gracia de la hora dorada en la corona de los Alpes.